25/01/2015 pablomlozano

¿Y si el dinero no importara?

Hace días que va rodando con fuerza por la red un vídeo de esos que aparecen cada tanto y nos invitan a soñar despiertos, nos remueven, nos cuestionan más que nos solucionan. Uno de esos que nos hace replantearnos la realidad, o lo poco que va quedando de ella. El vídeo, se basa en un pequeño discurso de Alan Watts en el que muestra su visión acerca de una de las cuestiones más profundas a la que un ser humano debe dar respuesta durante su devenir en este mundo: ¿A qué dedico mi tiempo, mi esfuerzo, mis días…mi vida? ¿Qué haría si realmente el dinero no fuese el propósito? Tal vez porque la situación actual empuje a una movilización global de conciencias, o tal vez porque estamos ciertamente en una suerte de despertar a nivel cada vez más consciente, lo cierto es que últimamente van apareciendo más y más voces que vienen a hacernos replantear el status-quo y a invitarnos a reflexionar en aras de un cambio profundo y transformador.

Así que siguiendo con el planteamiento que aborda vídeo, uno debería tener el valor y la convicción para detener su reloj, su agenda, su teléfono y su mundo, y dedicar aunque fuese un momento para preguntarse si realmente lo que está haciendo es algo que le está ayudando a llevar una existencia no sólo digna, sino acorde a sus anhelos más profundos. Si uno es dueño de su tiempo, sus sueños y su vida, o esclavo del tiempo y los sueños de otro. Si uno es, en definitiva, libre o no. Porque, como deja entrever la pieza… ¿Qué ocurriría si el dinero no importara? ¿A qué dedicaría mi existencia? ¿Y si definitivamente ha llegado el momento en el que por encima de la búsqueda de la riqueza medida en bienes y ceros a la derecha debemos medir la riqueza en momentos, experiencias, tiempo y valores? Sin duda, es un cambio radical y un planteamiento tan alejado de la realidad de muchos que suena a otra utopía más de la era post-capitalista. De ese post-consumismo exacerbado del que estamos saliendo de manera lenta y dolorosa. Sin embargo, ni el discurso es actual, ni la idea de fondo nueva.

El ser humano tiene no sólo el derecho sino el deber de ser libre. De ser libre y feliz, si es que una y otra cosa pueden ir por separado. Porque de la misma manera que venimos a este planeta a aprender y experimentar, también lo hacemos a ser dueños de nuestro destino y tomar las riendas de una vida que nos ha sido entregada con el único propósito de ser vivida al máximo. El problema surge cuando desde todos los flancos se nos ha estado inoculando el veneno de la soberbia y la avaricia. Cuando se nos ha enseñado más a tener que a ser. Cuando se nos ha ido inculcando poco a poco que somo seres superiores y que vale más el que más tiene. Por suerte, la cura de humildad a la que nos estamos viendo abocados desde hace ya unos años, es el mejor antídoto para la ignorancia supina en la que muchos estaban nadando. Porque ser rico no es tener más, sino ser más. Más profundo, más sincero, más noble, más apasionado, más humano. Porque valer y valor no es lo mismo y nunca una letra significó tanto cambio. La desgracia es que durante años hemos estado anclados en el valer y hemos dejado de lado el valor. Y así nos ha ido.

Así que mi invitación es la siguiente. Tómate diez minutos de tu tiempo. Sí, ya sé que tienes una agenda marcada y un montón de cosas por hacer. Sé que no tienes tiempo para nada y que no estás para filosofía barata. De acuerdo. Pero, de verdad, regálate sólo diez minutos de TU tiempo. ¿O es que acaso no es tuyo y se lo debes a alguien? Porque si es así…no sólo te invito a que te tomes diez minutos, sino que casi te obligo a que lo hagas. Ponte cómodo, cierra los ojos y respira tres o cuatro veces de manera profunda. Cuando estés predispuesto y con la mente abierta, vuelve a abrir los ojos y dale al vídeo que cierra este post. Disfrútalo, paladea cada palabra, cada reflexión y cada silencio. Está aquí para ti. Para que vuelvas a tomar el sentido de tu vida. Para que vuelvas al sendero que una vez pensaste pero dejaste aparcado en el cajón de «ya llegará el momento». Escúchalo atentamente y tras los tres minutos de imágenes y voz, vuelve a cerrar los ojos y trata simplemente de contestar a una pregunta: «¿Qué es lo que deseo?».

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